En el lejano 1978
hice una película sobre el Sacamantecas. En un ataque de
originalidad se tituló “El Sacamantecas”. Nunca estoy satisfecho
de mis películas y esta no fue una excepción. Para curarme en parte
del trauma, casi cuarenta años después partiendo de aquel guion
escribí mi primera novela. En otro despliegue de ingenio la titulé,
“El Sacamantecas”. Parte del trabajo de documentación estuvo
hecho en el 78 con la ayuda de mi amigo Juan Carlos Ruiz de Gordoa
que codirigió la película, pero todavía al escribir la novela
busqué y encontré muchas cosas sobre Juan Díaz de Garayo y Ruiz
de Argandoña que desconocía. “Con esos apellidos hasta da pena
ejecutarle”, dice el juez en algún momento.
Es una novela histórica con sus dosis
de policiaca y de estudio psicológico. Que un escritor vaya de
psicólogo suele ser preocupante. El último tramo de la obra se
centra parcialmente en los enfrentamientos del doctor Esquerdo,
celebre psiquiatra madrileño, a quien la defensa de Garayo contrató
para que demostrará que su defendido estaba como una cabra y no era
dueño de sus actos, y los informes de una comisión de médicos
vitorianos, todos ellos cirujanos, que diagnosticaron que el autor
del asesinato de seis mujeres estaba totalmente cuerdo. No he jugado
a psicólogo. Las opiniones de los médicos que se entrevistaron con
Garayo están sacadas textualmente de lo que ellos dijeron. Todo lo
que habla Garayo después de su detención también corresponde
exactamente a las conversaciones que con él mantuvieron los médicos
o Becerro de Bengoa, político y escritor Vitoriano, que fue el único
a quien se le permitió publicar una entrevista.
Especial interés tiene la vida de Pío
Jesús Fernández de Pinedo, el humilde alguacil, que fue capaz de
ver que el hombre que había estado en la cárcel por atacar a una
molinera era probablemente, el Sacamantecas.
He tratado en todo momento de
entretener, hasta la fecha ninguno de mis lectores me ha dicho lo
contario. Si tienen razón o no, es muy fácil comprobarlo: léela.
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